El ácido hialurónico (AH) es un polisacárido del tipo de glucosaminoglucanos con enlaces β, que presenta función estructural, como los sulfatos de condroitina.
De textura viscosa, existe en la sinovia, humor vítreo y tejido conjuntivo colágeno de numerosos organismos y es una importante glucoproteína en la homeostasis articular.
En seres humanos destaca su concentración en las articulaciones, los cartílagos y la piel. En un hombre medio de 70 kilogramos de peso puede haber una cantidad total de 15 gramos de ácido hialurónico en su cuerpo, y un tercio de éste se degrada y sintetiza cada día.
El ácido hialurónico en cosmética
Su uso en cosmética, el sector de mayor demanda, se conoce desde 1996, aunque cubre múltiples necesidades.
El ácido hialurónico posee la capacidad de retener el agua en un porcentaje equivalente a miles de veces su peso. Es por ello que se emplea para hidratación de la epidermis ya que reconstituye las fibras que sostienen los tejidos de la piel.
Se lo utiliza en la viscososuplementación, una técnica para sustituir el líquido sinovial perdido durante las artroscopias y como tópico o en sesiones de mesoterapia. Por ello, en crema previene arrugas y ayuda a retener el agua.
La función principal del ácido hialurónico es de material de relleno en cirugía estética, utilizándose en implantes y rellenos.
Este material, además de alisar los pliegues subcutáneos, estimula la producción de colágeno, lo que multiplica y prolonga el resultado rejuvenecedor.
Su utilización se destaca en la voluminosidad de los labios y pómulos, así como para alisar la frente y las marcas cutáneas.
También se lo administra para reducir las cicatrices del acné severo y de otros problemas cutáneos que ocasionen pérdida de piel.
El ácido hialurónico se inyecta donde no hay músculo justo bajo la piel donde está la arruga.
Breve historia del ácido hialurónico
En 1934 el farmacéutico alemán Karl Meyer y su colega John Palmer, doctores de la Universidad de Columbia (Nueva York), lograron aislar en el laboratorio de Oftalmología de la Universidad una sustancia hasta entonces desconocida a partir del cuerpo vítreo de los ojos de las vacas.
Descubrieron, entonces, que esta sustancia contenía dos macromoléculas de azúcar y que una de ellas era ácido urónico. A raíz de esto tomaron la decisión de darle el nombre de ácido hialurónico a partir de las palabras hialoide (vítreo) y ácido urónico.
La sustancia, que ayudaba al ojo a conservar su forma, era sumamente viscosa, lo que hizo sospechar a Meyer que podría tener algún empleo terapéutico. Sin embargo su extracción a partir de los ojos de las vacas no era factible comercialmente.
El ácido hialurónico fue utilizado por primera vez con fines comerciales en 1942, cuando el científico húngaro Endre Balazs utilizó las técnicas de Meyer para sintetizar el ácido de las crestas de los gallos, que hoy día continúa siendo una de las fuentes de ácido hialurónico más provechosas.
Interesado por el compuesto, patentó el primer uso de este ácido: sucedáneo de la clara de huevo en los productos de pastelería. Balazs llevó a cabo la mayor parte de los descubrimientos sobre hialurónico durante los últimos cincuenta años, habiendo sido premiado por su carrera en numerosas ocasiones e incluso le han puesto su nombre a los premios de la Sociedad Internacional de Investigación Ocular (International Society for Eye Research).